miércoles, 28 de marzo de 2007
MITO VII
LA MUERTE DE DIOS
Armando Sánchez-Urquijo era un hombre tranquilo, pacífico y hogareño. Nacido en 1918, casado ya entrado en años, a los 38, era terriblemente temeroso de Dios. Tras vivir la Mundial y el imparable avance tecnológico, temblaba de terror porque consideraba todo esto "agravios" al Señor. A finales de 1960 se había recluído en su casa de Madrid, oculto en el sótano, enmarañado en sus libros, en su Biblia, en sus experimentos alquímicos. Su mujer y dos hijos apenas le veían. Amelia, su esposa, le pasaba la comida al sótano. Ya se había acostumbrado a la excentricidad de su marido. Muchos años después, cuando ya los hijos habían olvidado que tenían un padre, cuando ya la mujer no recordaba que un día estuvo casada, cuando ya en lugar a un marido creía hacerlo con un ser extraño, invisible, ajeno totalmente a ella, apareció Armando. Con mirada de loco, los cabellos despeinados, barba de años, ropa desgarrada y dedos ennegrecidos, Armando asustó a su familia.
-¿Qué día es hoy? -preguntó Armando-.
Amelia y sus hijos se miran.
-Es domino, papá -le dice el mayor-.
Armando se avalanza sobre el niño.
-¡Qué número!
-¡Armando, es 20 de Julio!-le grita Amelia-.
Armando, con su mirada de loco, se asusta.
-¿De 1969? -vuelve a preguntar-.
Amelia mueve la cabeza afirmativamente. Armando entra en cólera. Destroza la casa, llora, patalea, grita.
-¡Dios ha muerto! ¡Dios ha muerto! ¡Han matado a Dios!
Y sale corriendo.
Llega a Roma 10 días más tarde. Gritando, llorando, pataleando, se arrastra por la Plaza de San Pedro. La gente, asustada, le mira.
-¡Es que no se dan cuenta, insensatos! ¡Dios ha muerto! ¡Han matado a Dios! ¿Dónde está su cadáver? ¡Vengo a buscarlo...!
Con una linterna, a plena luz del día, Armando busca el cadáver de Dios.
-¿Usted lo ha visto, señora? -pregunta a una desconcertada mujer-.
Es ya motivo de risa, y la gente le hace fotografías y se ríen de él. "Está loco", comentan. Un cura se le acerca.
-¿Pero qué demonios le courre, señor?
Armando le mira.
-¿Me guarda el secreto?
El cura asiente.
-¡Se han cargado a Dios! -susurra-. El pobre estaba ya muy mal... pero... el día 20 se lo cargaron. Hasn matado al pobre.
-¿El 20?
-Sí, el 20 de Julio. El cadáver tiene que estar por aquí... ¿verdad padre? ¿Dónde va a morir Dios sino mejor que en su casa? Ha tenido que caer por aquí...
-El día 20 llegaron los americanos a la Luna -piensa el cura en alto-.
-¡Claro! Y el pobre Dios estaba ya jodido, padre, muy jodido.
La gente se aglomera.
-¡Loco! -le gritan-.
-Y ustedes, la Iglesia, ya lo sabían. A mi no me lo nieguen. La culpa de todo la tienen los masones, los ilustrados.Ésos lo empezaron todo cuando le cortaron la cabeza al Luis XVI. ¡Un rey, un descendiente de los elegidos de Dios!Ésa fue la primera puñalada, señor mío. Y después... el siglo XIX. Con Marx, Bakunin. Esa gentuza, ya sabe. Y Dios estaba ya muy mal, señor mío. Pero que muy mal. Pero siguieron y siguieron. En Rusia... ¡ay en Rusia, que se cargaron al Zar! ¡Qué aunque ortodoxo muy cristiano que era! ¿Y Alemania? ¡Cambiar al Káiser por un nazi ateo! ¿Y en la Francia? ¡Separar el Estado de la Iglesia! ¡Sacrilegio, señor mío, sacrilegio...!
-¡Loco, borracho, estúpido! -le gritó una mujer-.
-¡Blasfemo! ¡Qué poca vergüenza venir a la casa del Santo Padre a decir que el Todopoderoso está muerto! ¡Ojaláy te quemes en el infierno! -le gritaba otra-.
-...Y tras la I Guerra Mundial la URSS. Y ya en España ni le cuento -continuó-. ¿Usted sabe todo lo que hicieron los rojos? ¡Echar a Don Alfonso, convertir a España en una ateísmo de trabajadores! ¡Quemar iglesias! ¡Y santos! ¡Y matar curas! Eso sí que debió dolerle al Altísimo, señor mío. Y ya... cuando Franco había arreglado las cosas...¡van los americanos y le matan al pobre! ¡van los americanos y nos dejan huérfanos! ¡van los americanos y atraviesan el corazón del Altísimo con el cohete! Y ya si quemurió Dios, porque la tecnología, el ateísmo, el republicanismo, todo lo ha matado.
Y Armando llora. Los allí presentes se santiguan, por las locuras que dice el hombre.
-¡Padre!, ¿es qué no va a decirle nada al loco éste? -le espeta un espectador-.
-Hijo mío, está usted loco. Pero de remate. Y ustedes váyanse, que escuchar a este blasfemo es pecado.
Los allí presentes se dispersan. Y Armando le dice:
-A mí me da igual lo que usted me diga, yo le voy a dar un entierro digno. ¡No vamos a dejar que Dios no tenga un entierro cristiano...!
-¿De veras, padre Marcelino?
-Como se lo cuento, señor Obispo. Estaba como una cabra. Yo no le he hecho mucho caso, pero estaba armando un escándalo. ¡Qué iluso! ¿De dónde habrá sacado todo eso?
-Pues no lo sé. Pero si ha descubierto que Dios está muerto, es que la Iglesia no es tan efectiva como creíamos.
El padre Marcelino se sobresalta.
-¡Pero qué dice usted, señor Obispo!
El obispo sonríe y se levanta.
-Que sí, hombre que sí. Que tiene usted razón, que ese hombre estaba chalado.
-¡Hombre, me había asustado, señor Obispo!
El padre Marcelino sale del despacho y deja al obispo sólo, hablando para sí.
-¡Anda que creer que a Dios lo han matado los americanos! ¡Cuando la Iglesia se las ha ingeniado para que nadie sepa que se murió hace 2000 años! Estos locos de hoy en día... cualquier día nos joden el invento.
El Hispánico
[Inspirado en un fragmento de una obra Nietzsche]
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Sabes he leido tus palabras y me han lleado enormemente... estoy algo perdida y sabes encontre en ti palabras sabias.
Publicar un comentario