sábado, 10 de febrero de 2007

RELATO IV

LA INMENSIDAD BLANCA (parte II) [ver primero parte I, abajo]


No abrió los ojos porque aún teniéndolos cerrados, estaban abiertos. No comenzó de nuevo a respirar porque aún estando sus pulmones oprimidos e inutilizados, estaba respirando. No volvió su corazón a latir, pese a que se había parado, retorcido y destrozado, latía. En definitiva, no había vuelto a la vida, pese a haber muerto, puesto que seguía viviendo.
Pablo apareció en la cumbre de una montaña enorme, sembrada por las nieves. Se encontraba en la cúspide del mundo.
-Nunca has vivido. Asúmelo.
La voz de Raul le asaltó de pronto. Pablo se giró y se encontró con un Raul muy distinto. Vestía de blanco. Su cabello ya no estaba revuelto. Su semblante, sonriente.
-¿Dónde estoy? -pregunta Pablo-.
-Estás aquí porque lo sabes. Conoces la respuesta.
-Me encuentro en el más allá, en lo que separa la muerte de la vida, en lo que separa la Tierra del Cielo.
-Así es, Pablo.
-Entonces es cierto, he muerto.
A Raul se le ensombrece el rostro.
-No, Pablo, no has muerto. Nosotros no tenemos la suerte de vivir, y por tanto tampoco de morir.
-¿De qué me hablas?-pregunta Pablo-.
De pronto unas enormes alas blancas surgen de la espalda de Raul. Pablo comprende que su amigo es en realidad un ángel.
-Siempre he tenido envidia de los humanos, ¿sabes? Dios no es tan benévolo con todas sus criaturas. A ellos les da el don de la vida. A nosotros nos martiriza con el sueño de vivir, con un sueño efímero, con una dulce mentira y después nos muestra que en realidad no vivimos, que no tenemos esa suerte, que somos eternamente sus esclavos.
-No te entiendo, Raul, ¿qué me quieres decir?
-Dios creó el Universo, el mundo, y a todos sus seres. Y sus ángeles estamos para servirle. Pere un ángel no es humano, no tiene sentimientos, no tiene vida, no ríe, llora, canta. Tú también eres un ángel, Pablo, nunca has vivido.
Pablo se sobresalta, retrocede.
-¿Qué dices? ¡No, mientes! ¡Pero si yo si he vivido!
El ángel Raul sonríe.
-Pablo, no, no has vivido. Dime ¿cuando fue la última vez que amaste? ¿cuándo fué la última vez que reíste? ¿quiénes fueron tus padres?
Pablo, seguro de conocer estas cosas tan obvias hace memoria. Para su sorpresa no le llega nada a la mente. Cree recordar que se ha enomorado, que por supeusto ha reído, y que lógicamente tiene padres. Pero estos supuestos recuerdos se esfuman en su memoria, como si de un sueño ligero se tratase.
-No te atormentes, no puedes recordarlo porque no lo has vivido. Tu vida ha sido una ligera somnolencia cósmica imbuida por Dios, una prueba. Eras un experimento. Dios nos envía a la Tierra, a vivir una falsa vida. Si descubrimos que no debemos temer a la muerte, pues a partir de ella existiremos, Dios nos da las alas y entonces les servimos como ángeles. Si no, desaparecemos en el vacío del Universo.
Pablo queda cabizbajo, pensativo. De pronto una luz le ilumina, una rayo le atraviesa, un volcán explota en su interior, una maravillosa sensación le invade y las alas le surgen de su espalda. Dos alas puras, blancas, inmensamente blancas. Pero Pablo no ha sentido ninguna de estas sensaciones. Sabe que han atravesado su cuerpo, pero las ha visto pasar de lejos, impasible. Pablo comienza a llorar, defraudado.
-Es un dolor infinito, ¿verdad?-afirma Raul-. No tienes sentimientos ni sensibilidad. Es terrible sentir que te has perdido una sensación maravillosa.
Pablo dice que sí con la cabeza.
-Es nuestro destino, Pablo. Los servidores de Dios estamos condenados a ello. Un día, un hombre preguntó a Dios: "¿por qué no llenaste el mundo de ángeles perfectos en vez de humanos pecadores"? Y estoy seguro que Dios le respondió que, precisamente, la virtud del ser humano es el pecado, puesto que ello les hace sentir, vivir, morir. Con el pecado alcanzan la redención y con la redención la pureza, la auténtica pureza, Pablo.
Raul pasa el brazo por la espalda de Pablo y se acercan al borde de la montaña, dispuestos a alzar el vuelo hacia el Cielo.
-No te preocupes, para tí no existe el miedo. Volarás.
Ambos alzan el vuelo, dirigiéndose hacia Dios, dejando a la Humanidad, a la pecaminosa Humanidad, muy abajo, en la Tierra, pecando, multiplicándose, blasfemando, riéndo, asesinando, muriendo, destruyendo, construyendo y, en definitiva, viviendo, existiendo. Porque no hay más perfecta y feliz existencia que aquella que es imperfecta.
Pablo mira al vacío.
-Raul.
-Qué.
-Ojalá fuese humano.

Image Hosted by ImageShack.us

El Hispánico

1 comentario:

Freddy Murphy dijo...

Yo también se que somos mayores que los ángeles.